miércoles, 4 de octubre de 2017

Cosas que pasan


El otro día Donald Trump echó en cara a los puertorriqueños el dinero que había dado el Gobierno de los EE.UU al país tras el paso del huracán María. Lo hizo durante una visita relámpago, trece días después (a Texas y Florida, afectados por sendos huracanes, tardó 3) de que la isla quedara devastada. Trece días en los que los boricuas han estado sin agua ni luz en un país arrasado. Trece días en los que el país, que arrastra una deuda de miles de millones y que tiene a la mitad de la población viviendo por debajo del umbral de la pobreza, ha sido ignorado por la Casa Blanca. El POTUS, con su habitual tono campechano, poco menos que insinuó que igual el dinero de los contribuyentes americanos (los de verdad, no esos isleños que hablan raro) había sido derrochado por las autoridades del país. Porque total, sólo han muerto 34 personas, aunque miles de personas hayan visto sus vidas destrozadas. Trump se vanagloriaba así de su gestión de la crisis apelando al desembolso que había hecho su administración mientras lanzaba rollos de papel a los ciudadanos imitando un tiro a canasta. Y esto es cierto.

Tras volver a su amada patria (USA, no la Alemania desde la que emigró su abuelo y a la que no lo dejaron volver), supongo que para arreglar las cosas, afirmó que se encargarían de la asfixiante deuda de Puerto Rico. Lo hizo en los siguientes términos: "Deben mucho dinero a sus amigos en Wall Street y vamos a liquidar esto. Pueden decirle 'adios' a todo esto", aseguró, y para rematar añadió en tono de broma según los periodistas: "Odio decírtelo, Puerto Rico, pero has hecho que el presupuesto esté fuera de control". Y ya está. Solucionado. Sólo le faltó irse a ver el fútbol, aunque al parecer el presidente Trump es más de golf

Últimamente reflexiono mucho sobre la Historia. Si unificar la física bajo una sola batuta parece complejo, imagínese analizar las historias para encontrar patrones, pautas o pistas para no repetir los errores del pasado. El ser humano es el único animal que conociendo la resaca, y el arrepentimiento subsiguiente, vuelve a emborracharse. O a enamorarse. El ser humano es un animal circular, cíclico, inmutable. Y no hablo de tropezar varias veces con la misma piedra. Hablo de patear con saña siempre las mismas montañas para demostrar su valía como humano; mostrar que somos estúpidamente humanos.

Donald Trump es un símbolo de nuestro tiempo. Una muestra de lo que es gobernar con el sentido común de la gente corriente, así, por las bravas, como dios manda. Un emblema del renacimiento de los grandes hombres de estado hechos a sí mismos, paternalistas y condescendientes, esclavos de sus cobardías mas inherentes, y en el fondo, aunque muy superficialmente, autoritarios. Porque ellos saben lo que sus países necesitan, porque coincide plenamente con lo que ellos necesitan. Son la voz de la razón y la cordura en busca de la grandeza pasada, ya sea hacer América grande otra vez o una España una, grande y ¿libre? O una Catalunya Lliure. Era hora de que los poderosos y los que dominan los hilos se quitaran las caretas y buscaran su redención, su hueco en la historia, volviendo (¿he dicho ya que el ser humano es el único animal con retrovisores?) a una arcadia feliz absolutista donde el dominado domine por fin sin barreras al dominado.

Durante años la humanidad ha vivido un auge inimaginable. La educación, la sanidad o las prestaciones sociales de las que -por el momento- disfrutamos eran inimaginables décadas atrás. Los cambios sociales que han transformado nuestras sociedad han puesto patas arriba dogmas que habían pervivido siglos. SIGLOS. Y aunque el mundo no ha sido perfecto nunca, es innegable que ha sido mejor. O al menos que hemos contado con mejores herramientas para hacer frente a los retos que se nos han puesto por delante. Sí, hemos errado, hemos pecado de ingenuos, hemos sido atroces, pero al menos ha habido una luz, mínima y constante de esperanza y progreso. Un objetivo hacia una comunidad humana de respeto, de concordia. 

Puede sonar extravagante decir esto, pero es que es cierto. Desde el socialismo, pasando por el capitalismo y la socialdemocracia, hemos ido a mejor. O al menos hemos transcendido las limitaciones físicas para crear un mundo nuevo y mejor. Desde la imprenta hasta internet. El avance científico, la diversidad cultural, la toma de conciencia global, son muchas las cosas que nos han permitido gestas increíbles. Como la mal diseñada Unión Europea o la imperfecta Organización de las Naciones Unidas. Llegar a la Luna o limpiar el mar de plásticos. Y aquí alguien dirá, espera un momento, el mar está más sucio que nunca, eso ha ido a peor. Bueno, igual que el hombre ha ido a la Luna, es verdad verdadera que hay más de un sistema para limpiar el mar de plástico. Igual que podríamos usar muchas más energías renovables. O lo que es más, reciclar, reutilizar y REDUCIR nuestros residuos. 

Sí, el mundo se va a la mierda y lleva haciéndolo desde prácticamente siempre, pero nunca hemos sido tan conscientes, ni hemos sido tan capaces de orientar nuestro camino allí a donde queramos dirigirlo. Y si ya se me ha ido la olla mucho con lo anterior, voy a subir a órdago: y la mayoría de la gente es buena. Lo sé, porque soy humano y sé lo que quiero. Y no me interesan las guerras, ni el sufrimiento. Quiero llegar a ser la mejor versión de mi mismo. Ya sea como torero o como profesor en una barriada. Claro que quiero ser rico, pero me conformo con posibilidades. Con futuros por los que transitar con ilusión, un objetivo, un sentido. Y eso es lo que buscamos todos, sin importar desviaciones ideológicas ni rencillas personales. Eso mismo lleva a alguien a inmolarse o a estudiar Filosofía. Y posiblemente eso sea lo que nos lleve a patear montañas.

Los líderes europeos llevan años intentando dar salida a la crisis, pero es que salvar a la gente es más difícil que salvar a los estados. Igual que el lema de Trump con su Make America Great Again, en el que no había lugar para los americanos, hablar en términos de deuda, prima de riesgo, y en definitiva, de Economía, es mucho más fácil que hablar de Rachid, Emma o Eneko. Gracias a nuestros dirigentes, Europa es un transatlántico que, tras darse un piñazo de muerte contra un iceberg, sigue zombi por el océano. Es inhabitable, pero al menos sigue a flote. Igual que la célebre frase de Montoro: "Que se hunda España, que nosotros la levantaremos". Y que le den por saco a los españoles.

Sí, el tono paternalista y campechano de Trump tiene todo el sentido del mundo. Para él gastar dinero en los puertorriqueños es un lastre. Puerto Rico es un lastre. Los ciudadanos que requieren de un gobierno, son un lastre. Los parados, los ancianos, los jóvenes, los migrantes, los refugiados, los trabajadores... la lista es extensísima, y sólo excluye a aquellos que tienen lo suficiente para no depender de los demás. Esos hombres hechos y derechos a los que el movimiento libertario tanto admira. Los ricos, la gente que no requiere de los demás, los que sólo ven en la sociedad un vergel en el que regocijarse y del que exprimir sus frutos.

Pero esa percepción no sólo la tienen los gobiernos. Como he dicho todos buscamos un futuro en el que realizarnos, el que sea. Y la televisión y la gran mayoría de los medios culturales nos indican el camino con luces de neón: Justin Bieber, CR7, Jack Ma, Elon Munsk, Amancio Ortega. Ricos, guapos e influyentes. O al menos ricos e influyentes. Y muy probablemente hombres. Ese es nuestro objetivo, ser el equivalente en nuestra pequeña esfera de influencia. Para eso tenemos Instagram, Youtube, Facebook o Blogger. Para buscar ese último fin que parece único. De ahí salió Donald J. Trump, el famoseo delirante o distrofias culturales como la cirugía plástica de agrandamiento de ojos y blanqueamiento de piel de países asiáticos.

Y así, de un modo u otro, justificamos a los que entorpecen el progreso, a los que suben lo suficientemente alto para considerarnos, con suerte, al nivel de sus mascotas, a los que arrojar rollos de papel como si fueran cacahuetes. Siempre hay acólitos del poder, figuras serviles que esperan su turno pacientemente, despojándose de su dignidad y orgullo para lograr ese ansiado futuro. Ahí se encuentra el anquilosado y corrupto sistema de partidos políticos y sindicatos español y europeo. Fuimos, y hemos sido, las ovejas las que pusimos al lobo a cuidar del rebaño. Porque es innegable que nos ha ido bien. Demasiado, como se puede apreciar en que todo lo prescindible que se recorta son derechos y libertades. Privilegios dirán aquellos que aspiren a ser hombres y mujeres hechos a sí mismos. Pero para su desgracia, lo suyo sí que es un privilegio. Yo vivo en sociedad porque quiero, y porque sino estaría perdido.

Es indudable que en un mundo con 6000 millones de personas han conseguido que lleguemos a casa solos y desmoralizados. ¡Cuando lo teníamos todo de cara! El sistema empezó a temblar, un fantasma de cambio, no amparado por la revolución, sino por la insostenibilidad del propio sistema, amenazó las estructuras que regían el progreso de la Historia. Porque, a pesar de la corrupción y los errores, nos ha ido bien. Porque, para terminar de parecer un demente, son males inevitables aunque inaceptables (y sí, no es un oxímoron; igual que la muerte es inevitable y no por eso dejamos de luchar contra las enfermedades) Y ante ese agotamiento, algunos han soltado amarras, se han quitado las caretas y huyen hacia delante soltando lastre.

Y es un mal global. Vivimos bajo una ofensiva donde la mesura ya no tiene lugar y se trata de ver quién la tiene más grande, antes de que el casino cierre y todo se vaya al garete. Miremos a Siria, donde la población sólo se tiene en cuenta para el recuento de víctimas, y donde las potencias juegan a la III Guerra Mundial en un terreno donde sólo mueren sirios. ¿A quién le importa? Está claro que a Al Assad no. Tenemos al amigo Duterte pasándose los DD.HH por donde le da la gana aprovechando la barra libre, por mucho que sus medios puedan resultar efectivos. ¿Se acuerdan de los griegos? Eso ha sido devastador pero no nos acordamos, porque... porque los peluqueros cobraban mucho y se jubilaban pronto. ¿De Crimea? Putin ha demostrado ser el mejor en poner cara de póker. ¿El Brexit? Los británicos han demostrado que a lo de "a que no hay huevos" no les gana nadie. Y así podríamos seguir con la guerra soterrada entre el incapaz de Maduro y la lamentablemente turbia oposición de Venezuela, los pepinazos norcoreanos o la guerra de Yemen. 

En cualquier barra de bar de Catalunya (o Cataluña para el resto de españoles) o España posiblemente esté la solución a los males que nos aquejan. Desde la figura del cuñado, tan denostada aunque yo siempre haya tenido buena experiencia, hasta el perroflauta o emprendedor de turno. O eso quiero creer. Son interminables las charlas que tenemos cada día solucionando el mundo, así en general, y también el que nos rodea. Y con más acierto de lo que pensamos. De verdad, aunque hayas dejado de leer hace rato por mi concienzuda estupidez, la mayoría de la gente sabe lo que necesita la gente, porque bueno, ¡es gente! 

Otra cosa es que estén capacitados para gobernar u operar a corazón abierto, pero eso es otra historia.  Yo hablo de que el poder real de transformación de los pueblos no pasa porque cualquiera pueda dirigir. Hay gente que sirve para arreglar motores, otros para saltar con una pértiga y otros para operar ojos. E indudablemente, aunque no sepa dónde se meten, hay gente capacitada con liderazgo y carisma para guiar a los pueblos. De lo que se trata es que hay que escuchar a las personas, no manipularlas para que digan lo que queremos oír. Hay que oír, sentir, pararse a hablar con ella. Porque Puigdemont y mi abuelica de Ávila, son, en definitiva, gente.

En momentos de incertidumbre no hay nada como sacar un trapo que represente todos los futuros posibles e ilusiones, que condense los sueños del mañana, aunque sea mirando al pasado. Es mucho más fácil que la gente se aferre a un trapo que a un proyecto político. Sobre todo cuando los políticos se han cagado en la política. Y es triste contemplar como a la gente, cuando ve al de al lado, no ve a un compañero de fatigas, ve a alguien con un trapo diferente. Ve a un subnormal que siente que el color de su trapo es más importante que el medio ambiente, no ve el dolor del paro, de la pérdida de libertades. No ve que en el fondo es una marioneta que agitan ludópatas desatados, desgraciadamente muy conscientes de su incapacidad. Porque cuando sabes que no quedan más manos, apuestas todo con un órdago. 

Estos días veo el derrumbe, no, la demolición de los valores, de la verdad, de todo lo que hemos logrado juntos. Y veo como la gente se arrodilla y asume el final. Asume que no hay salida digna a tanto dislate. Que se posiciona resignado, o sediento de sangre, ante la debacle que se avecina. Mirando a los lados, comprobando que el bando en el que le ha tocado luchar no es su bando, ni esa su lucha. No sirvió de nada indignarse, no sirvieron de nada las manifestaciones, las mareas, las tertulias, la democracia, ni siquiera la intrínseca hermandad de los pueblos. Como la oscuridad que sobrevino a la caída del Imperio Romano, la involución que vivimos no presagia nada bueno. Y lo más doloroso es que lo teníamos todo para evitarlo.

Si hubiese estudiado Historia, fuese famoso y hubiese orientado mi camino por otros lares, posiblemente habría diseñado una teoría que hablase del error como motor de la Historia. Porque esto es un tremendísimo error. Y un horror. Estamos pateando las montañas más obvias con las que nos hemos tropezado como especie con saña, repitiendo el relato de nuestros peores fracasos. Desde acuerdos como el CETA, que permite la desprotección del medio ambiente, al respaldo de gente como Trump, Rajoy u otros líderes inconsistentes. Hasta la Ciencia Ficción nos lleva avisando tiempo, y sin embargo vamos a embestir con este Titanic maltrecho el mismo iceberg.

Me queda el consuelo de que quizá, sólo quizá, no sea demasiado tarde. Está claro que la solución no es la salida más fácil, que requerirá de mucho diálogo, de compromiso. Y sobre todo de ilusión, que es lo primero que nos quitaron con aquello de "viviréis peor que vuestros padres". ¡Y eso en el primer mundo! Pero no sé, no culpo al mundo. Simplemente pediría que la gente supiera que siempre, siempre, siempre, hay otra manera. Que eso no nos lo quiten.

Salud & aventura.

martes, 17 de febrero de 2015

Neoindignados

¡Indignaos! (Stéphane Hessel, 2010) fue un libro que parecía destinado a marcar a una generación postcapitalista harta de la inhumanidad de los mercados y sus adláteres. La crisis estaba poniendo fecha de caducidad al chiringuito de las mafias financieras y de los políticos de hojalata, la primavera árabe hacía resurgir el espíritu revolucionario y las banderas de las libertades hondeaban con anhelados vientos de cambio. Occidente, Europa, nosotros, debíamos indignarnos porque nos querían quitar los derechos que habíamos ido ganando a lo largo de los últimos dos siglos. A nadie pareció importarle que nuestras políticas, nuestras libertades, nuestros derechos, se hubiesen cimentado en el sufrimiento de millones de personas, que "oh, sorpresa", siguen igual o peor que antes.

Abrazamos el suelo de la plaza de sol, nos enfurecimos en twitter y Facebook, leímos a todos los economistas que afirmaban que ahora estábamos en guerra con Eurasia, u Oceanía, dependiendo de la prima de riesgo. Prometimos y juramos no volver a votar a corruptos, a perseguirlos y a hacer pagar todos sus pecados. Hablamos de cambiar el modelo, del decrecimiento, de comenzar un diálogo sincero sobre las necesidades de nuestro planeta y nuestra especie. En un acto de reflexión sin precedentes, el pequeño estadista que llevábamos dentro comenzó a ordenar y a arreglar el mundo desde las barras de los bares, los bancos de los parques y plataformas como change.org. ¿Qué podía ir mal?

En 2011 ganaba Rajoy las elecciones en España. Muchos indignados se quedaron en casa ante el dilema de votar a Kang o a Kodos, o lo que es lo mismo, elegir entre lo malo y lo peor. En 2012 los griegos votaron a Nueva Democracia, el partido que había falseado sus cuentas y había perpetuado el insostenible sistema que los arrojó a la crisis. Sarkozy, el gnomo de jardín de Carla Bruni, había afirmado en 2008 que había que "refundar el capitalismo". Pero los indignados se limitaron a indignarse supongo, no a escucharle. Porque la realidad es que 5 años después del grito de "¡indignaos!", todo fue una bonita campaña de marketing que espero haya dado al señor Hessel un buen pellizco para su jubilación.

Nunca existió el 15m más allá de su capacidad de generar una tendencia. Los que afirman que Podemos es su concreción política tienen parte de razón, en cuanto están capitalizando el cabreo de la gente, pero poco más. Los indignados no fueron más que personas muy enfadadas porque al final los desmanes de los poderosos les habían dejado el culo pelado. Las crisis humanas en África, los gobiernos despóticos árabes, los abusos chinos sobre el Tibet (y su propia población, porque, ejem, es una DICTADURA), el caos ruso... nada tenían que ver con nosotros. La deslocalización, el turismo sexual, el deterioro medioambiental... fruslerías y zarandajas. Vamos a ver, no nos preocupábamos cuando moría gente en nuestras fronteras, en nuestras calles. El sistema funcionaba como la seda.

Como cuando murieron cientos de personas en Bangladesh en el derrumbe de una fábrica textil. Porque nos gusta ir bien vestidos, pero si puede ser barato, mejor. No voy a aleccionar de los riesgos de la economía de consumo, ¿pero quién se acuerda de aquella gente? Yo el otro día fui a comprar y no lo tuve en cuenta. Como tampoco miro los códigos de barra para saber si el país que produce mi comida bombardea a población civil como represalia de actos de unos pocos, asesina a estudiantes indefensos o invierte miles de millones en masacrar a sus vecinos. Lo que realmente me jodía era no tener un trabajo para poder comprar más. Sí, soy un monstruo. Como esos fanáticos que desafían los postulados de ser un "país del primer mundo" sembrando el terror con un arma automática y muy poco seso.

Cinco años después del grito de "¡indignaos!" los dados han vuelto a rodar y ya está todo el mundo en su sitio otra vez. Como dicen en la tele, ha comenzado un ciclo de recuperación a pesar de nosotros. Todos aquellos que estaban enfadados han encontrado el reiki, el veganismo, a Elon Munsk, un trabajo basura, el grafeno, otro país en el que exiliarse o cualquier otra excusa para no estar tan enfadado. Hasta nuestro queridos actores han dejado de protestar, ahora que la gente parece que va al cine. Nada de lo que se rompió hace 5 años se ha arreglado, de hecho estamos objetivamente peor y con pronóstico desfavorable, pero está bien. Ya no está de moda estar enfadado. No es tendencia, no es trending topic.

Volvemos a rehacer nuestras vidas. Porque no nos engañemos, la España de 2015 es mucho mejor que la Siria de 2010, 2013 o 2015 (de primavera árabe a invierno nuclear integrista). O que Haiti, donde deben seguir esperando la ayuda prometida por un montón de instituciones. A pesar de los millones de personas en la pobreza que hay aquí, a pesar de las condiciones lamentables del mercado del trabajo, a pesar de la contaminación escandalosas de nuestras ciudades... estamos mucho mejor que en Pekín, Santiago de Cuba o en un suburbio de Detroit. Estamos tan bien que nos hemos acostumbrado al cabreo. Tanto es así que ahora la moda pasa por ir contra los enfadados y abrazar el optimismo desconcertante de nuestros gobernantes.

Cada vez nuestra estupidez es más trepidante. O tal vez sea la realidad la que es trepidante y la que justifica nuestro preocupante déficit de atención. Todo el mundo recuerda la revista Charlie Hebdo, todos fuimos Charlie, pero nadie sabe ni una sola película del director danés asesinado por otro descerebrado en Copenhage. Y eso que hubo algunos católicos que afirmaron que "no eran Charlie" porque era un irrespetuoso. Oh, benditos visionarios. La gente se volcó con aquel asesinato, con políticos batiendo todos los niveles de hipocresía al irse a manifestar a París. Sin embargo nadie habló del loco que mató a tres musulmanes en Carolina del Norte mientras los estadounidenses iban a rendir tributo al mayor asesino de la historia de su ejército en los cines. Porque es una peli de Clint Eastwood.

Somos unos hipócritas y la crisis nos ha empobrecido, nos ha embrutecido, nos ha mutilado... pero no nos ha hecho cambiar un ápice. Ahora la base social que debería impulsar un cambio verdadero se resquebraja. Lo vemos en Grecia, donde unos señores dicen que van a hacer lo que pidieron sus votantes  y el mundo se escandaliza. Yo entiendo a los señores de la Troika, lo habitual es hacer otra cosa a lo que prometías cuando te votaron. Es lo que se ha hecho siempre. Podías prometer que no subirías el IVA o "el pleno empleo" y luego hacer lo que te diera la gana. Lo populista es prometer hacer algo, que te voten y... ¡cumplirlo! ¡Serán hijos de puta!

Wolfgang Schäuble sabe que los votantes griegos no saben votar, porque para algo inventaron ellos la democracia. Y además son unos corruptos, porque todos sabemos que a las naciones se les juzgan por sus acciones. Por eso los alemanes, tras comenzar dos guerras mundiales, son unos vecinos responsables. Pero volviendo al problema griego, por mucho que hayan votado una cosa, han votado mal. El problema no es la irrealidad del problema de Syriza, el problema es que ahora han indignado a la banca y a sus socios. ¿Pero qué se han creído los griegos? La democracia, ese bien que exportamos con bombas de racimo a Irak, Afganistán o Korea, sólo funciona cuando todo el mundo vota lo que queremos que se vote. El paternalismo homicida de la ilustración no ha desaparecido y campa a sus anchas en las cúspides europeas.

Y aquí, como siempre, tenemos un vodevil esperpéntico por el cual deberían expulsarnos de cualquier organización o institución respetable. Tenemos un gobierno inoperante, corrupto y servil acogotado por un partido con menos de un año de vida. Y como no han hecho nada en los tres años que llevamos padeciéndolos, su estrategia es mentir por los medios de comunicación y enmierdar a la competencia, tanto interna como externa. Y los demás han tomado ejemplo y se aplican con alegría a la misma tarea. Usan la justicia, los medios, la opinión pública... todo. Es vomitivo.

Y la gente se cansa. Empieza a decir "todos son iguales" y a plantearse para qué tanto cambio. ¿Conducir coches más pequeños? ¿Cambiar menos de ropa? O peor, ¿pagar más por las cosas? ¿Salir a la calle a protestar? O peor, ¿buscar alternativas? Porque las hay. Por ejemplo, el dilema no es Podemos o el binomio PP y el otro, hay más partidos. Equo, el RCN-NOK (que nunca miente sobre sus objetivos), Baztarre, Partido X, Partido Pirata... Hay un montón de partidos que no han tenido cuotas de poder y están tan lejos de la atención mediática que posiblemente tengan cosas interesantes que decir. Porque el problema de Podemos es que los mismos que los han empujado delante de los focos, los están quemando con ellos. 

Y luego estamos nosotros. De las personas que más me fascinan, los mejores son esos que no proponen soluciones pero critican a los que lo intentan, a los que se ilusionan. Los que llaman a los podemitas ingenuos. Bueno, al menos lo intentan, buscan un cambio pequeño pero significativo. Esos neoindignados que ahora critican absolutamente todo sólo buscan que todo siga igual, y son el enemigo, el mío al menos. La crisis y el movimiento indignado ha demostrado que el cambio sólo es posible desde las instituciones, con el voto. Yo pondría en un escaño a mi vecino, a mi compañero o a ti, antes que los ridículos candidatos de antaño. Porque peor no lo ibas a hacer, y al menos intentarías hacerlo bien desde la más completa ignorancia. Queda mucho margen hasta tocar fondo, margen que hay que usar para cambiar las cosas. Yo presento mi candidatura a hacer que cada día, en mi entorno, los días sean más potables. Y ese es un comienzo. Si tú no quieres, seguirás igual. ¿Es lo que quieres? Enhorabuena.